Los Siete Errores de la Comunicacion es una forma de acercarnos a algunos aspectos cotidianos que suelen pasarse por alto y que pueden repercutir de forma importante en la forma en que los demás reaccionarán ante nosotros.

 

Dividir la atención y no empatizar

Por ejemplo cuando continuamos dándole vueltas a alguna preocupación, reorganizando tareas en nuestro pensamiento, o pensando en lo siguiente que tenemos que hacer, mientras estamos hablando con alguien.

Mientras estamos “dentro” de nuestro pensamiento no estamos “fuera”, y ahí está la información que necesitamos y las oportunidades para construir relaciones de calidad.

Podemos redirigir nuestra atención con preguntas adecuadas cómo: ¿qué es lo que le preocupa a ésta persona?, ¿qué le gustaría lograr?, ¿cuáles son sus metas?, ¿cuál es su punto de vista?, ¿qué es lo que más valora?, …

Sólo cuando escuchamos el trasfondo emocional de las personas con las que nos comunicarnos podemos realmente conectar con ellas y esto facilitará en gran medida nuestras relaciones.

 

Precipitarse al sacar conclusiones con las personas

Es relativamente normal dejarnos llevar por algunos estereotipos ante los que reaccionamos aun sin tener conciencia de ello. Y aquí no me refiero a la forma de vestir, raza o religión, que también influyen. Sino a las conclusiones que llegamos en función de las opiniones que manifiestan los demás o de sus reacciones.

Darnos un tiempo para comprender mejor a los demás más allá de esas primeras impresiones nos permite identificar nuevos aspectos, alternativas y oportunidades ante los cuales quedaríamos “ciegos”.

Hemos de tener en cuenta que cuando empezamos a clasificar a las personas de una forma u otra, nuestro pensamiento tenderá a seleccionar la información imperceptiblemente para darnos la razón.

 

Pretender caer bien a todo el mundo o ser “perfecto”

Es normal y a todos nos gusta que los demás nos aprecien o nos vean de una forma positiva sin embargo en muchas ocasiones esto no sucederá, no podemos dejar que esto nos afecte de una forma negativa.

Algo que facilita el que podamos quedar mal, paradójicamente es cuando somos nosotros quien nos metemos la presión de presentarnos de forma muy positiva casi como si fuéramos perfectos.

Nadie es perfecto, todos tenemos nuestras cosas buenas y no tan buenas aceptémoslo, y a partir de ahí mejoremos o desarrollémonos lo que queramos.

Pretender saberlo todo, tener todas las respuestas, o presentarnos de una forma artificialmente positiva suele llevar a los demás inconscientemente a que nos traten de “bajar”. Sin embargo cuando nos presentamos de una forma más cotidiana, sabiendo de antemano que no les gustaremos a todos, y si esto sucede muy probablemente será porque ellos se han precipitado al sacar conclusiones acerca de nosotros, es más fácil que los demás tengan menos recelos al relacionarse de una forma más abierta.

Lo contrario, mostrar lo peor de nosotros mismos tampoco suele ser una buena estrategia para relacionarse con los demás.

 

Utilizar palabras, expresiones, o comparaciones que pongan de manifiesto una valoración negativa de la persona con la que nos comunicamos o de sus ideas.

Las personas tenemos un especial “olfato” para darnos cuenta de si los demás nos ven y valoran de una forma positiva o negativa.

Esto es algo muy instintivo, construiremos relaciones con aquellas personas que nos ven de forma positiva, podremos colaborar y construir cosas juntos.

Por el contrario nos protegeremos y estaremos a la defensiva con aquellas personas que nuestra intuición nos diga que se están comportando de forma falsa con nosotros o que nos puedan hacer daño de una forma u otra.

¿Cómo nos damos cuenta de ello?

Una de las formas es atendiendo a las palabras que utiliza la otra persona para describirnos a nosotros o a nuestras opiniones o ideas. Si una persona dijera algo así como: “si tú tienes ese problema …”, o “no es muy lógico lo que dices porque …”, o “yo no le hacía a usted así”, etc. Es muy fácil que a partir de aquí la otra persona se ponga a la defensiva.

También las comparaciones que muchas veces se ponen al hablar, y aquí podríamos poner también al refranero utilizado de una forma negativa, por ejemplo: “vamos esto es como mi hija de tres años cuando se coge una pataleta”, o ” si aunque la mona se vista de seda …”, o “de donde no hay …”, etc. Bueno, suelen ser aspectos que no ayudan mucho.

Sin embargo manifestar un punto de vista positivo de los demás sí facilita las cosas, como por ejemplo: “quizás no me he expresado bien, lo que quiero decir es …”, “yo he pensado así por mucho tiempo, desde que me pasó … hoy no tengo el mismo punto de vista”, “hay algo en lo que le tengo que dar la razón, y es …”, etc.

 

Hablar mal de otras personas

Hemos de tener en cuenta que esto puede tener consecuencias impredecibles, y aunque no hay camino más rápido de caer bien a alguien que tener un enemigo común, hay que ir con mucho tacto con este tema.

Es muy común que cuando una persona habla mal de otra, la que escucha es fácil que le asalte el pensamiento de ¿qué pasará cuando yo no esté delante?.

Ni siquiera aunque empiece la otra persona, incluso con personas conocidas. Cuántas veces una persona que se ha enfadado con un familiar o amigo ha dicho cosas no muy hermosas de esa persona, se le ha dado cancha en este tema y luego se reconcilian, incluso te pueden atacar de falta de consideración.

Esto es todavía peor si gestionas un equipo y no lo tienes en cuenta cuando hables a solas con otra persona de tu equipo. Si somos cuidadosos con lo que decimos tendremos más credibilidad y confianza del equipo hacia nosotros.

 

No hacer preguntas o preguntar ¿por qué?

Cuando preguntamos “¿por qué?” muchas personas directamente se sienten mal, y suelen llevar la atención hacia el pasado en una búsqueda de justificaciones. Además muchas personas incluso los desconocen, no siempre somos conscientes del porqué de nuestros comportamientos, y suele llevarnos a situaciones incómodas.

Sin embargo si hacemos preguntas abiertas para que la persona se explique, sin cuestionarla, nos facilitará el mantener buenas relaciones. Preguntas como: ¿qué te ha llevado a esa conclusión?, ¿cómo te diste cuenta de ello?, o ¿qué piensas ahora respecto a este tema?.

O preguntas que aclaren de una forma más concreta una situación, que acaban siendo preguntas sobre hechos y no opiniones, se trata de identificar lo mismo que una cámara de vídeo grabaría en imagen y/o audio de una situación concreta. Preguntas del estilo: “Cuando le comentaste esto ¿qué respondió?”.

Las preguntas, bien realizadas, con educación y sobre todo si están bien enmarcadas en un sentido positivo, nos permitirán identificar opciones y posibilidades para seguir desarrollando relaciones de calidad.

 

No hacer propuestas o proponer cosas que sólo nos interesan a nosotros

Comprender qué es importante para las personas, más allá de lo que expresan en un primer momento nos permite construir relaciones basadas en la aportación mutua.

En ocasiones sabemos lo que los demás valoran o necesitan y sin embargo no se concreta en nada positivo. Una propuesta no es una obligación, es una posibilidad, no esperes a que sean los demás quienes se paren a pensar y te hagan propuestas, piensa que si es positivo desde el punto de vista de la otra persona o personas lo más probable y natural sea que acepten encantados tus propuestas.

Por otro lado si hacemos propuestas gratuitamente, sin haber preguntado e identificado lo que piensan los demás, o propuestas sin pensar que sólo son positivas para nosotros los demás nos clasificarán de manipuladores. Si les propones algo positivo para ellos te estarán agradecidos.